sábado, 19 de septiembre de 2015

In love.

Dicen que enamorarse es lo más grande que le puede pasar a alguien. Y es precioso compartir tu vida con esa persona por la que la darías entera.  
Verle amanecer, acariciarle el pelo, erizarle el vello, besarle, morderle, hacerle reír y reír por él. Darte cuenta de que es lo más grande del universo y sentirte orgullosa porque ha ido a parar a tus brazos. ¿Quién se lo merece? Es lo más grande que le puede pasar a alguien.  
Hacer planes de futuro y cumplirlos. Estar "in love". Que suena mejor y más enganchante. Como si te hubieras vuelto adicto a alguna droga súper fuerte pero difícil de conseguir.  

Enamorarse. Una historia de dos que se descubre especial cuando intentas entrelazar los dedos con otra persona y te haces un lío porque no los entrelaza como él.  
Las costumbres, las manías que se vuelven cotidianas y hacen que todo lo demás parezca lejano y desconocido. Entenderse con una mirada, tocarse con los ojos, comerse con las manos y reírse en un suspiro. Y nadie más se entera.  
Dicen que enamorarse es lo más grande que le puede pasar a alguien. Una experiencia que todos deberíamos vivir al menos una vez en la vida. Por qué.  
Por qué una vez en la vida y luego se acaba.  
Porque también tenemos que vivir el desamor y eso sí que es grande. Joder.  
Es un gigante de cien metros de alto y ancho como medio continente que llega arrasándolo todo y aun así no lo vemos venir porque creemos que el amor es lo más grande que nos puede pasar.  
Pero el desamor es más grande.  
Solo cuando el desamor hace que te muerdas la lengua del tortazo que te da, te das cuenta de que la sangre no es tan dulce.  
Es mucho más simple de lo que parece. Es solo la ausencia del amor.  
No sirve de nada mezclarlo con odio, con decepción, desilusión, desesperanza, un poco de lo contrario, la soledad...  
Solo es vacío. El vacío que ha dejado lo más grande que nos podía pasar.  

Y echas la vista atrás y los planes de futuro se cumplieron, y cómo jode que todo fuera real y que ya no le importes una mierda. Cómo jode haber dado tanto, saber que habéis dado tanto, para terminar siendo nada.  
Pero, ¿qué vas a hacer? ¿ser algo? ¿mantenerte "in love" y sentir que tropiezas una y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez? Contigo y con él, porque a veces los dos sois piedras. La misma piedra. Una sola. Y qué difícil es partir una piedra por la mitad y apartarla del camino.  
Pero si es que nos matamos a pedradas. Pero es que intentamos culparnos eternamente. A nosotros mismos y a nuestras piedras favoritas. ¿Pero quién coño se enamora de una piedra? 

Ah, mierda. 
Quiero odiarme y quiero odiarte. Pero en el fondo solo siento tristeza y pena. El vacío que ha dejado eso tan grande de estar enamorada. Ojalá tenga razón y sea vacío y no sea amor. Ojalá no me esté pesando tu existencia y ojalá pronto deje de pesar tu ausencia.  

No voy a culparme, porque todos debemos pasar por esto, incluso cuando implica dejar de ser nosotros mismos y volvernos unos gilipollas con los ojos vendados y las mejillas agrietadas de llorar. Incluso cuando implica obligarnos a destruirnos porque algo tan grande como esa persona maravillosa merece de nosotros más que nosotros mismos.  

Pero que nadie me crea. Porque estoy equivocada. Porque no hay necesidad de ser autodestrucción ni destrucción. No hay necesidad de sentir ese vacío que sentimos, no por ausencia de amor, si no porque también nos hemos perdido a nosotros mismos por el camino.  
Estoy equivocada. Y era amor. Pero es quitarse la venda y descubrir que alguien me ha dejado sola en una habitación cerrada con una desconocida, con la persona en la que me convertí intentando ser lo mejor para ti. Para el amor. 
Y qué grande es. Lo más grande que le puede pasar a alguien. Conocerse a si mismo, después del amor, el desamor, los gigantes, las piedras y las ruinas de Roma.

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